Si se habla de felicidad se puede pensar que se trata de una experiencia
íntima y personal, pero cuando convivimos con otro, es difícil alcanzar esa
felicidad solos.
Lo normal es que se trate de un “trabajo conjunto”, y que ambos puedan
encontrar y compartir esa felicidad.
Lo contrario, la búsqueda individual, no sólo va a ser un “trabajo” más
arduo, sino que incluso puede verse entorpecido por una convivencia
inadecuada, donde existan intereses diferentes.
Al igual que sucedía con respecto a las enfermedades físicas y
psicológicas, en que su presencia impedía alcanzar estados adecuados de
felicidad, una convivencia problemática va a tener los mismos efectos
negativos.
Por lo que antes de ponerse en camino hacia la felicidad, sería
conveniente hacer lo posible por mejorar la convivencia con la persona con
la que se comparte la vida.
Una de las dificultades que se encuentran a veces las parejas es a la
hora de expresar emociones y de sentirse comprendidas, lo que repercute en
la calidad de la propia relación.
Cuando uno da el paso de convivir con otra persona asume que va a
tener que realizar muchos cambios en su vida, ya no tiene que mirar por sí
mismo sino por los dos, sobre todo si está pensando formar una familia y
crear un proyecto de vida juntos.
Es cierto que esa relación va a tener que pasar por momentos de
dificultad, y por supuesto por momentos buenos que son los que se buscan,
pero es precisamente en los primeros donde se comprueba la solidez de la
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pareja al enfrentarse y superar las trabas económicas o sociales por las que
se pueden encontrar, pero todo ello solamente se puede conseguir si existe
una buena comunicación entre ambos.
La ciberconducta y la psicología educativa: retos y riesgos
El cyberbullying es un fenómeno complejo, difícil de definir y
comprender y a su vez con graves implicaciones sociales y
personales. Por ello, se están realizando grandes esfuerzos para
avanzar en esta línea de investigación emergente que está siendo
muy fructífera a nivel nacional e internacional. No obstante, dada su
complejidad y la rápida evolución de las tecnologías de información
y comunicación, existe la necesidad de avanzar y profundizar aún
más en su estudio. El trabajo científico en este campo se ha realizado,
sobre todo, desde la psicología educativa y sus hallazgos son la base
para las primeras intervenciones psicoeducativas. Para promover el
avance de este campo y la transferencia de conocimiento a la práctica
profesional, este artículo introductorio describe brevemente la
investigación sobre el ciberacoso junto a las cuestiones que todavía
quedan por explorar e introduce el monográfico internacional sobre
la ciberconducta y la psicología educativa. Este monográfico,
publicado en el presente número de la revista Psicología Educativa,
tiene como objetivo contribuir al desarrollo de este campo científico
emergente.
El bullying es un fenómeno ampliamente estudiado a nivel
internacional y también a nivel nacional, lo que ha permitido que el
sistema educativo incorpore el conocimiento de la psicología
educativa sobre este problema, con el beneficio que ello puede estar
teniendo para la calidad de la educación escolar y familiar. Hay que
afirmar desde el principio que en este proceso de desarrollo del
conocimiento sobre el fenómeno del acoso escolar la protagonista ha
sido la ciencia psicoeducativa. Efectivamente, tanto la investigación
como los agentes prácticos de la psicología de la educación han sido
hasta el momento los factores que más han contribuido al desarrollo
de este campo de la ciencia psicológica. A pesar de que esta línea de
investigación surgió hace sólo unas décadas (Zych, Ortega-Ruiz y Del
Rey, 2015a), desde el comienzo el interés sobre la misma siempre ha
estado vinculado a la práctica psicoeducativa para intentar prevenir
o paliar sus efectos (Ttofi y Farrington, 2011). El gran interés por parte
de la comunidad científica sobre estos problemas se debe a que la
lectura que los investigadores realizan sobre él incluye el análisis de
sus graves implicaciones sociales y personales (Gámez-Guadix et al.,
2013, Zych et al., 2015b), incluyendo serias consecuencias a largo
plazo halladas en estudios longitudinales (Ttofi y Farrington, 2012).
Con el gran auge de las tecnologías de información y comunicación,
ha aparecido una nueva forma de violencia entre iguales, el
cyberbullying, que ha sido definido como agresión injustificada
ejercida de manera intencional mediante los dispositivos electrónicos por individuos o grupos contra los que la víctima no
puede defenderse fácilmente (Smith et al., 2008). Para diferenciar el
cyberbullying de otro tipo de agresión se ha resaltado la importancia
de los criterios de repetición y/o permanencia en la red, daño,
intencionalidad y desequilibrio de poder (Patchin e Hinduja, 2015). Se
trata de un fenómeno complejo difícil de definir y, por ello, se han
realizado esfuerzos para describirlo, comparando incluso las
definiciones entre diferentes contextos y países (Menesini et al.,
2012). El hecho incontestable es que el ciberacoso comienza y se
mantiene en redes sociales que surgen de contactos personales
generados en el escenario de la vida social directa de los escolares,
que es trasladada de forma sencilla y rápida a una vida social
cibernética utilizando los rápidos y eficaces dispositivos digitales.
Evidentemente la estructura social de participación en redes virtuales
no es una copia de la red social más o menos informal que cada uno
tiene en su vida social, pero existe un entrecruzamiento o
solapamiento de las redes sociales directas y las virtuales que nos
permite afirmar que la dimensión de la ciberconducta es ya una parte
más de las líneas de vida relacional de todos nosotros y muy
especialmente de los niños y niñas y adolescentes.
Gracias a las estadísticas de mortalidad sabemos que durante el ultimo siglo la esperanza de vida del hombre ha aumentado como nunca lo había hecho, aunque no siempre ha sido así´ para los pobres del planeta, que siguen sucumbiendo fácilmente las habituales enfermedades mortíferas.
La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia persistente de
tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan,
acompañada de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias, durante 14 días o más
(23). La OMS define la depresión como “sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos
del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración” (24).
La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y
biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, eventos
traumáticos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar
más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente,
la propia depresión (25).
La ansiedad es parte de la existencia humana, es una palabra que se utiliza para describir
diferentes condiciones mentales, además es considerada como un fenómeno que se encuentra
arraizado en la sociedad moderna; es una emoción de alarma que se experimenta con inquietud,
desasosiego, temor indefinido, preocupación desbordante y miedo a perder el control (26).